jueves, 12 de enero de 2017

TERMINA LA HISTORIA

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Una joven soñó una noche que caminaba por un extraño sendero campesino, que ascendía por una colina boscosa cuya cima estaba coronada por una hermosa casita blanca, rodeada de un jardín. Incapaz de ocultar su placer, llamó a la puerta de la casa, que finalmente fue abierta por un hombre muy, muy anciano, con una larga barba blanca. En el momento en que ella empezaba a hablarle, despertó. Todos los detalles de este sueño permanecieron tan grabados en su memoria, que por espacio de varios días no pudo pensar en otra cosa. Después volvió a tener el mismo sueño en tres noches sucesivas. Y siempre despertaba en el instante en que iba a comenzar su conversación con el anciano.

Pocas semanas más tarde la joven se dirigía en automóvil a una fiesta de fin de semana. De pronto, tironeó la manga del conductor y le pidió que detuviera el auto. Allí, a la derecha del camino pavimentado, estaba el sendero campesino de su sueño.

-Espéreme un momento -suplicó, y echó a andar por el sendero, con el corazón latiéndole alocadamente.

Ya no se sintió sorprendida cuando el caminito subió enroscándose hasta la cima de la boscosa colina y la dejó ante la casa cuyos menores detalles recordaba ahora con tanta precisión. El mismo anciano del sueño respondía a su impaciente llamado.

-Dígame -dijo ella-, ¿se vende esta casa?

-Sí -respondió el hombre-, pero no le aconsejo que la compre. ¡Un fantasma, hija mía, frecuenta esta casa!

8 comentarios:

  1. La joven decidió comprar la casa y comenzó allí su nueva vida. Se casó y tuvo dos hijos. Transcurrieron 20 tranquilos años de paz hasta que un día, cuando despertó vio que su marido no estaba en la cama a su lado. Bajó a la cocina, como solía hacer todos los días, y se preparó un café. Supuso que su esposo habría ido a trabajar más temprano de lo normal, y no le soprendió tampoco que sus dos hijos no estuvieran en casa puesto que ya debían haber partido hacia la Universidad. Era su primer año. La mujer estaba embaraza de tres meses y aún no se lo había confesado a su marido. Aquél era el día para hacerlo. A la hora de la comida llamaron a la puerta. Arreglada, dispuesta a soltar su pequeña bomba, se dirigió a la puerta. Pero al abrir, no encontró a su compañero de toda la vida, era el anciano que le había vendido la casa hace veinte años.

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  3. Tras la conversación con el anciano regreso al auto donde le espera su compañero de viaje. Fueron a la fiesta de fin de semana pero la chica no podía dejar de pensar en el sueño el sendero y la casa. estuvo todo el fin de semana pensado en ello, no se le iba de la cabeza. Llego el lunes y la casita seguía en su cabeza. Tras unos días dando vueltas regresó a la casa donde se volvió a encontrar con el campesino.

    Al regresar a casa decidió que iba a comprarla ya que la curiosidad la estaba matando. Fue a la inmobiliaria y tras hacer todo el papeleo la casa por fin era suya. No sabía realmente que es lo que iba hacer con ella, no sabía tampoco porque la quería lo único que sabía era que tenía necesidad de conocer más a fondo la casa y su historia.

    Se mudo durante un breve periodo a la casa y allí conoció al fantasma, quien le fue contando la historia de quien vivió allí.
    Resulta que en esa casa vivieron sus abuelos y como todos los fantasmas cuando reaparecen es porque tienen cuentas pendientes. Resulta que la joven tenía que terminar un trabajillo que el abuelo había empezado.

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  4. -¿Un fantasma?
    -Claro. Pero.. querida... Ya has venido a ver esta casa.
    -¿Yo?
    -Si. Durante dos noches seguidas. Hará ya unas semanas.
    -¡Qué me dice! Se esta usted equivocando.
    -En absoluto, querida. ¿Su nombre es Laura?
    -Si, me llamo Laura pero...
    -Si, si. Laura, de la ciudad, del Barrio de Abajo me dijiste. ¿No eres de allí?
    -Si, si que soy de allí pero..
    -Me dijiste que no estabas interesada. Que con fantasmas no querías tener nada. Que ya tuviste una mala experiencia.
    -¿Yo? ¿Con un fantasma?
    -Si, que no te dejaba en paz. Que no te dejaba ir. Que no te dejaba caminar.
    -Señor me está asustando.
    -¿No lo recuerdas, hija? Dijiste que una mujer te impedía estar tranquila. Que te recordaba las cosas que ella vivió.
    -¿A mi? Señor, perdone. Eso no es así. No hay ningún fantasma en mi vida.
    -¿No, enserio?
    -No.
    -Entonces me mentiste, niña.
    -¡Yo nunca he hablado con usted, y menos sobre fantasmas!
    -Que si hija. Si no tienes un fantasma en tu vida. ¿Qué tienes?
    -¿Cómo que qué tengo?
    -Si, ¿qué tienes? ¿Amigas?
    En ese momento, Laura se percató de que hacía mucho, muchísimo tiempo que no veía a sus amigas.
    -¿Familia?
    ¿Mi familia? ¿Dónde está?
    -¿Novio?
    ¿Yo no estaba casada?
    Se miró la mano, buscando su alianza, y entonces pudo ver a través de ella, pudo mirar su translúcida mano de éter, pudo sentir sus pies flotando sobre el camino enroscado.
    Si que tenía un fantasma en su vida,
    y era ella.

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  5. La joven se alejó de la casa y volvió al auto que la llevaría a la fiesta. Sin embargo, en lugar de dirigirse a su destino decidió regresar a su casa, donde se pasó el fin de semana investigando a cerca de la casa y del fantasma que la habitaba.
    Al final tomó la decisión de comprar la casa, no le importaba el dinero, ni la localización, quería estar allí. Alguna extraña razón le empujaba a ello.

    Finalmente, decidió volver a visitar la casa y habló nuevamente con el anciano para que le permitiera pasar allí una noche antes de comprarla. Cuando dieron las 03:00am, el fantasma se le presentó y le explicó el motivo por el que era un fantasma, el motivo por el que no había cruzado al otro lado. Resultó que el espíritu era su tatarabuelo y debía contarle a alguien el motivo de su muerte, pero nadie había tenido el valor de escucharle. Tras su relato, pudo pasar al otro lado. Pero antes de irse, le dijo dónde estaban las escrituras por lo que la joven no tuvo necesidad de comprar nada, ya era suya.

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  6. Por un momento se quedó la joven dudando de por qué aquella casa y aquella historia del fantasma le resultaba familiar. Sabía que había visto esa imagen solamente en sus sueños, pero extrañamente creía saber más detalles de los que había imaginado por las noches.

    De pronto le vino a su memoria las historias que su abuela le contaba cuando era pequeña. Una de las que más le marcó sucedía precisamente en el escenario que se encontraba frente a ella. Su abuela le contó un verano que cuando ella tenía la misma edad que la joven en ese momento, iba paseando por un sendero y encontró en lo alto de una colina una hermosa casita blanca. En ella parecía no vivir nadie, aunque se encontraba curiosamente bien mantenida. La abuela le contó que entró en la casa a husmear y en un espejo vio la imagen del anciano. Este le pidió ayuda porque sus nietos querían vender la casa en la que había pasado los años más felices de su vida. Ella lo ayudó a salir del espejo y le prometió que algún día su nieta volvería a esa casa para ayudarle si fuese necesario.

    Cuando la joven le contó al anciano que sus sueños le habían mandado hasta allí, se sintió aliviado: sus gritos de ayuda habían sido escuchados en los sueños de la joven que debía ayudarlo.

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  7. - Aun así me gustaría entrar y verla -replicó la joven.

    El anciano se apartó del marco para dejar pasar a la muchacha, agachando la cabeza, como si tuviera miedo a que ella viera la expresión de su rostro. Nada más entrar, observó una escalinata de mármol coronada por una lámpara de araña. A ambos lados se distinguían en la tenue luz puertas robustas de madera oscura.

    La joven se decidió a subir la escalera y a entrar por la primera puerta que se le presentó. Al girarse para preguntar al anciano a donde conducía aquella puerta, descubrió que había desaparecido.

    La curiosidad pudo con ella y entró. Era un salón de baile antiguo, con candelabros en las paredes y un piano de cola en una esquina. Pero lo más sorprendente era la cantidad de gente que bailaba en él. Todos ellos vestían trajes de gala, vestidos caros, rematados con joyas y peinados estrambóticos. Asustada, corrió hacia el fondo de la sala que daba a una balconada. Nada más salir, se resbaló con el suelo de granito y cayó.

    Antes de golpear el suelo, se despertó en el coche de su amigo.

    - Justo a tiempo, ya estamos llegando -dijo él.

    Cuando creía que ya se había tranquilizado, la joven observó el camino que ya tanto conocía, en cuya cima se hallaba la ya no tan hermosa casita blanca. Intentando controlar su desasosiego, llamaron a la puerta. Les abrió un joven con una peluca y una larga barba blanca. Se apartó para dejarles paso a una escalera coronada por una lámpara de araña que conducía a una sala de la que salía música. Aterrorizada, subió las escaleras una a una, acompañando los latidos de su corazón a cada paso. Cuando vio la sala de baile repleta de gente disfrazada, con candelabros en las paredes y un piano de cola en la esquina, entró en pánico.

    Salió corriendo de la sala sin reparar en los gritos de su amigo. La mala fortuna hizo que le fallara el tacón en la segunda escalera y se sintió caer. Lo último que pudo pensar fue en las palabras del anciano: "¡Un fantasma, hija mía, frecuenta esta casa!"

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  8. Tal afirmación, lejos de acobardar a la joven, despertó todavía más su curiosidad y le pidió al anciano que le enseñara la casa. Los dos recorrieron el primer piso de la casa, mientras el hombre le contaba pequeñas anécdotas sobre su vida en ella.

    La joven quedó fascinada por el lugar y por su habitante. Ya había oscurecido y se dio cuenta que volver al coche para ir a la fiesta.
    -Voy al coche a por mi teléfono, para apuntar el suyo, espere un momento, por favor- le dijo la joven al anciano, pero, cuando se dio la vuelta, este había desaparecido.
    Decidió ir al coche a por el bolso y volver a hablar con el anciano. Cuando llegó al coche, le pidió al conductor que esperara un momento mientras volvía a la casa. Emprendió la subida por el mismo sendero pero, para su sorpresa, cuando llegó hasta donde momentos antes se encontraba la casa, sólo encontró unos muros derruidos. Totalmente anonadada, decidió volver al taxi y preguntar al conductor, el cuál le contestó:
    -No hay nada en ese descampado, señorita. Allí pasó sus últimos años un anciano, pero hace décadas que murió y la casa quedó abandonada y derruida.

    -

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